El cerebro humano es una enorme red de conexiones que nos permite desde aprender todos los días algo nuevo, hasta hacer ejercicio con nuestro cuerpo y recibir todos los estímulos sensoriales a través de los sentidos. Al ser acciones tan naturales, pocas veces nos detenemos a pensar en ello, a tratar de comprender cómo lo que pasa a través de nuestros ojos, en fracciones de segundo, es procesado en el cerebro y de esta manera nos es posible comprender el mundo a nuestro alrededor.
A través de los nervios, los órganos sensoriales se comunican directamente con el cerebro mediante diversos estímulos: sonidos, texturas, la luz, las fragancias y los olores, los diferentes sabores, es decir, todo aquello que pasa por los cinco sentidos. La relación que se establece en el cerebro humano gracias a estas conexiones nerviosas es muy compleja: un sabor o un aroma en específico pueden desatar una ola de recuerdos muy particular; algunas personas pueden amar una textura, un color o un sabor… mientras a otras estos mismos les resulten repulsivos. Sin duda, el sistema nervioso es una parte definitoria de nuestra personalidad y nuestra distinción como seres humanos.
Los olores son nociones de estímulos químicos que se producen en el olfato a causa de la interacción de alguna sustancia orgánica y los receptores olfativos de los animales o personas. Para muchos animales, el olfato es un medio de comunicación y supervivencia. Las moléculas de la sustancia olorosa son percibidas a través de la nariz de quien huele, una vez recibidas, llegan a los receptores que mandan la señal al cerebro para registrar ese olor.
Se ha comprobado que las fragancias producen diferentes sensaciones y efectos en las personas, y aunque muchas son específicas y personales, también hay algunos aromas para provocar ciertos estados de ánimo. Según algunos estudios científicos, el sentido del olfato se conecta con la parte concreta del cerebro que se encarga de procesar las emociones, por lo tanto, los olores afectan nuestros sentimientos e impresiones. Así, por ejemplo, los olores de minerales marinos o cítricos pueden provocar estados de ánimo más enérgicos y productivos; por otro lado, aromas florales como el jazmín y la lavanda llevan hacia estados más relajados, incluso se usan en productos para bebés para ayudarles a conciliar el sueño. Se pueden generar ambientes de bienestar con fragancias como flor de azahar o bergamota; asimismo, los olores de madera, almendras, frutales, se ocupan para muy variadas funciones, ya sea dentro del hogar o también a la hora de consumir los alimentos (pensemos, por ejemplo, en todo el proceso olfativo que se lleva a cabo al degustar diferentes vinos o espirituosos).
Cada vez más, los consumidores preocupados por su bienestar y salud se han acercado al sector de las fragancias para estimular sus sentidos y aprovechar sus beneficios: el mercado de aceites esenciales ha reportado importantes crecimientos en los últimos años. Todavía hay una amplia gama para explorar y diferentes aplicaciones para todas las fragancias naturales, en muy diversos sectores de la industria; así que todos aquellos interesados tienen muchas oportunidades a descubrir en el futuro cercano.