¿Qué hacer con los malos olores?

           

Muchos de los elementos con los que tenemos contacto en la vida diaria emiten olores. Esto se produce a través de gases y vapores, los cuales son percibidos por el sistema olfativo. De entre los seres vivos, los humanos contamos con un poderoso sentido del olfato, todavía no se logra establecer cuántos olores podemos detectar, pero se estima que el mínimo son diez mil. A través del aire, los cuerpos volátiles ingresan por la nariz hacia el bulbo olfatorio, donde se procesan hacia el cerebro. La memoria olfativa de las personas es mucho más poderosa que la visual o cualquiera otra, un olor automáticamente despierta recuerdos y puede producir muchas otras sensaciones, ya sean agradables o desagradables.

Cuando algo tiene un buen aroma, decimos que tiene una deliciosa fragancia, que su olor es perfumado; por el contrario, un mal aroma se asocia con conceptos como hedor, pestilencia, sencillamente decimos que apesta. Lo cierto es que el olor tiene otras funciones, por ejemplo, en los alimentos ayuda a detectar cuando algo está echado a perder. De igual forma, podemos manipular ciertos aromas en favor de ciertos productos. Por ejemplo, el gas natural no tiene ningún aroma, pero debido al peligro que representa si se produce una fuga, se le agrega un químico que produce su característico olor, el cual puede alertar cuando se concentra en fuertes cantidades.

En sentido contrario, hay varias esencias que forman parte de diversos productos de consumo cotidiano que no son tan agradables al olfato humano. En estos casos, es muy útil enmascarar los olores. De cierto modo, los olores que están presentes en algún producto compiten entre ellos. Para un enmascaramiento exitoso se requiere generar una combinación donde uno de los aromas posea mayor capacidad receptiva en el olfato humano, así suprimirá el segundo aroma que es el que se desea ocultar. Esta tecnología se usa frecuentemente en alimentos, en medicinas, en ciertos cosméticos y productos de limpieza.

Quizá no somos conscientes de ello, pero el enmascaramiento de olores lo usamos desde nuestro hogar. Existen una amplia gama de productos disponibles para cubrir los malos olores del baño; asimismo, podemos comprar velas para aromatizar ciertos espacios o hasta usar plantas y flores cuyo olor sea muy fuerte y así no se encierren otros aromas como el del bote de basura. Lo mismo pasa en diferentes productos. Por ejemplo, aún los productos básicos que se usan para elaborar jabones, como la sosa cáustica, no tienen la mejor fragancia: añadiendo extractos naturales como naranja o vainilla podemos dotarlos de un delicioso aroma. Las pomadas que usamos para cuidar la piel de los bebés están elaboradas con productos como óxido de zinc o vitaminas que no precisamente cuentan con un aroma como el que presenta el producto final y que asociamos con la ternura de los más pequeños; estos aromas son añadidos al momento de su fabricación.

Un caso claro son los productos para la limpieza de la casa o las zonas de trabajo, al emplear potentes abrasivos y químicos pueden presentar un mal aroma, el cual se cubre con otros que emiten tintes herbales o de frutos. Otro ejemplo son los plumones, utilizados en los salones de la escuela, o en casa por los niños, que por sus componentes pueden tener un aroma desagradable, pero varias marcas han decidido agregar fragancias de sabores, incluso hacerlos coincidir con su color (así el plumón rojo huele a fresa y el morado a uva). En el caso de medicinas, como algunos jarabes, no basta con que su sabor sea digerible, también es importante que huelan bien, sino, serán rechazados de inicio, pues antes de ingerirlos nos llega su olor. Por supuesto, todos los componentes aromáticos que se agregan a otros productos pasan por diferentes pruebas y ensayos que permiten garantizar su aplicación.